Migrantes- poema de Clara Ronderos
Migrantes
A mi hermana María Teresa que me
enseñó a verlos
Bajo sus pies cansados se
acumulan países.
Salió del Congo o Camerún
huyendo de violencias,
de algún país del Asia
donde la tierra se acaba,
y abandonó a sus muertos.
Lleva en la bolsa todo lo exigido
para comprar la vida de
sus vivos.
Bajo sus pies cansados se
acumulan nombres y lenguas
de los que meten la mano
en su bolsillo,
de los que marcan el
camino al norte:
sus trayectos de
pesadilla.
En una playa queda tendido
el cuerpo de un compañero
de viaje,
en la selva, el cuerpo de
su hijo,
en la cárcel, su cuerpo
malherido.
No se amedrenta,
la vida sigue palpitando
en los que quedan
y con ella la esperanza de
llegar
a la abundancia, donde no
reine el miedo.
Leo noticias de estos
viajes
y me rebelo contra la
miserable codicia
de los guías que los
llevan al infierno,
contra la indiferencia de
los que no los vemos pasar,
contra los obstáculos que
cada estado tiende
para que tropiecen y
caigan,
para que mueran y no
lleguen,
para que su viaje termine
con el duelo
de lo que dejaron atrás,
de lo que perdieron
andando,
de lo que en su buscado
asilo
ya nunca podrán recuperar.
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